Científicos con la ayuda de las neurociencias han demostrado que son las pequeñas cosas las que hacen que quieras pedir tu comida.
En una cena en un restaurante, quizá se pregunte qué le hizo elegir la tortilla española en lugar del plato de salmón, o la chuleta de res en lugar de las costillas de cerdo. Seguramente tuvo la respuesta en sus manos en cuanto se sentó en su mesa.
El menú no es sólo una lista de platos, es una verdadera herramienta de neuromarketing que puede influir en nuestras decisiones. Todo se basa en el diseño del menú, incluso se tiene en cuenta el peso del mismo. No se pasa por alto ningún detalle, por lo que se está creando una verdadera industria de diseño de menús para atraer a los clientes a gastar más y volver.
Los clientes sólo pasan unos minutos mirando el menú, así que queremos que utilicen ese tiempo de forma eficaz. Si pueden encontrar rápidamente el plato que desean, pueden dedicar el tiempo restante a mirar otros platos que podrían pedir
dice Gregg Rapp, diseñador de menús en Palm Springs, California
El peso de las palabras
Lo que más nos interesa de un menú es, por supuesto, el contenido, los platos y las bebidas. Por ello, el título y la descripción de los productos son muy importantes. Cuanto más enrevesado sea el título, más dará la impresión de que el producto es de alta calidad y de que ha sido preparado cuidadosamente por manos expertas.

En este sentido, dar el origen de un producto le dará más autenticidad. Bautizar su plato con un nombre elegante puede hacer que los clientes saliven. Así pues, no se trata de un “petit salé” en el plato, sino de una “Salaison de poitrine de porc noir de Bigorre sur son lit de lentilles vertes du Berry”. Ni una simple crème brûlée, sino una “Crème brûlée con vainilla y bergamota”. Cuando lo pones así, realmente suena mejor. Por último, añadir etiquetas como “à l’ancienne” o “fait maison” a un plato seguramente aumentará sus ventas.
Cuantas más descripciones tenga, más valioso será el producto en la mente del cliente y menos caro le parecerá
continúa Greg Rapp
También en la estrategia literaria, el consultor de restaurantes Aaron Allen recomienda no mostrar los símbolos del euro o del dólar junto a los precios, ni deletrearlos. La mera visión de ellos sería un recordatorio constante de que has venido a comer gastando dinero.
Cómo organizar el menú
La disposición de los elementos de un menú tampoco debe tomarse a la ligera. En primer lugar, ofrecer una amplia gama de platos no significa que los cocineros tengan talento. Esto podría tener sus desventajas, como dificultar la decisión del cliente, que será más frecuente y durante más tiempo.
Al igual que el nombre del plato, la posición del mismo en el menú puede cambiar nuestra percepción del precio. Si los platos más caros se colocan en la parte superior del menú, los siguientes platos más caros parecerán más asequibles, aunque cuesten más de lo que valen.
Se pueden aumentar los beneficios de un restaurante con sólo reordenar los elementos de un menú
argumenta Aaron Allen
Estudios realizados con tecnología de seguimiento ocular han demostrado que las personas leen un menú como si fuera un libro, de arriba a abajo y de izquierda a derecha. Las nuevas tecnologías pueden ayudar ahora a establecer las estrategias de venta de los propietarios de restaurantes. Varias cadenas de restaurantes están utilizando los datos de muchos de sus pedidos para reorganizar sus menús.
¿Y los demás adornos?
Podemos seguir hablando de muchos detalles que nos parecen insignificantes, pero que en realidad nos guían a escondidas. El color de un menú, por ejemplo, provoca varias reacciones subconscientes: el rojo y el naranja nos abrirían el apetito, el verde nos haría pensar que los productos son frescos y saludables.
El peso de un menú también nos dice qué pensar del establecimiento. Cuanto más pesado sea, más puede sugerir que estamos en un restaurante de alta gama con un servicio de alta calidad.
Está claro que el menú que tan amablemente le entregaron no era más que una horrible herramienta de manipulación. Desde el principio, estabas bajo el pulgar del camarero que sólo pensaba en su propina durante toda la cena. Pero al final no es tan malo si tu banquete fue bueno.